domingo, 12 de septiembre de 2010

NOS NECESITAMOS UNAS A OTRAS

Las mujeres teníamos que llegar al sistema laboral para cambiarlo. Las mujeres teníamos que acceder al conocimiento (más importante el derecho a saber que el derecho al trabajo, que al fin y al cabo no es más que el derecho a que se nos explote como mano de obra), acceder a la cultura, al conocimiento -hasta ahora bien oculto- sobre cómo funcionan nuestros propios cuerpos y cómo funcionan los bebés humanos para cambiar el sistema laboral, productivo y social y hacerlo más humano, compatible con la crianza y el bienestar de los bebés y los niños pequeños.

En eso, deberíamos estar todas de acuerdo. Dejar de "sentirnos atacadas", dejar de criticarnos unas a otras, dejar las batallitas entre las "que dan biberón" y "las que damos pecho", entre las "orgullosas profesionales" y las "talibanas de la teta", y trabajar todas juntas para transformar el sistema productivo-laboral.

Nos necesitamos unas a otras: necesitamos a las mujeres que están en los puestos directivos, a las que tienen influencia política, a las que dirigen empresas, a las intelectuales, a las periodistas,  a las investigadoras científicas, a las maestras, a las profesoras universitarias, a las pediatras, a las matronas y a las psicólogas, a las obreras y a las limpiadoras, a todas las que trabajan largas jornadas y saben bien que el precio de no estar con sus hijos es demasiado alto: ¡las necesitamos para darle un vuelco el sistema!

Necesitamos a las otras: a las que interrumpen sus carreras y se quedan en casa varios años cuidando a sus hijos, a las que logran amamantar durante 5 ó 6 años, a las que hacen pasteles y eligen cada día la mejor comida sana para sus hijos, a las que se atreven a educar a sus hijos en casa, a las que tejen primorosas mantas, a las que cultivan una huerta ecológica, a las que comparten la cama con sus hijos, a las que esperan con la comida tibia y el abrazo disponible, a las que después de hacer carreras con sobresaliente cum laude mandan todo a la mierda y se van a un pueblo a plantar tomates y cuidar de su familia, a las que aceptan trabajos muy por debajo de sus capacidades para poder cuidar de sus hijos; a las "talibanas" de la teta, el colecho, el apego, el porteo y la "maternidad perfecta"; a las "espirituales" que nos muestran hasta dónde podemos llegar si nos lo permitimos y creemos en nosotras mismas; a las "sacerdotisas" que nos enseñan los secretos ocultos de la femineidad y la maternidad, las honduras que desconocemos de nosotras mismas; a las amas de casa sencillas que se quedan en casa haciendo malabares para llegar a fin de mes...¡las necesitamos para cambiar el sistema!

Necesitamos también a los hombres: a los amantes, a los amigos, a los padres de nuestras criaturas, a los que se quedan cambiando pañales, y a los que curran 15 horas al día para que no "nos falte de nada". A los sensibles, a los que quieren crecer, a los que quieren un mundo más amable. (Y ya no sigo, que sino esto va a parecer un anuncio de Coca Cola).

Necesitamos equilibrar la balanza. Lo que no es posible ni humano es que todos, hombres y mujeres, trabajemos de sol a sol como mano de obra esclava, mientras nuestros hijos se crían solos, tragamos comida basura, no tenemos tiempo ni para respirar, carecemos de vida íntima y nadie calienta el fuego del hogar.

Nuestros hijos necesitan y merecen compañía, familia, afecto, comunicación, alegría, comida saludable. Nuestros hijos merecen un hogar donde nutrirse física y emocionalmente, donde ser respetados y queridos, donde no se hable de rendimiento ni de competitividad, sino de amor y libertad.

El futuro lo merece. Trabajemos todos, juntos, para ello. 
 

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